Aquí
tenemos que distinguir que tenemos dos Evas: a una la podemos llamar la Eva bestia y la otra, la Eva humana.
Las
dos son madres de la humanidad.
La Eva bestia era una hembra primigenia
pre-humana, con la que Adán cometió el pecado original y de cuya unión nació
Caín, que también se va a convertir en el padre
de toda la humanidad y de donde los hombres retrocedimos del hombre
perfecto, a casi convertirnos en bestias.
La segunda
Eva es la Eva humana, que siempre fue
destinada a convertirse en la esposa de Adán y también puede ser llamada Eva y madre de todos los vivientes,
porque de ella descienden los hijos de Dios, que se extinguieron con Noé.
La esposa
de Noé era una mujer híbrida, que descendía de Caín de la mezcla entre los
hijos de Dios y los hijos de los hombres, de la Eva bestia y la Eva pre-humana,
de manera que hay una recuperación de la raza humana después del diluvio,
porque toda la humanidad desciende de Noé; en sus hijos hay una conjunción
entre la descendencia de la Eva humana y la descendencia de la Eva bestia.
Desde ese momento se acaba para siempre los hijos puros de Dios y se da origen
a una raza única, que es la que conocemos actualmente; es decir, una raza
descendiente de Noé, autentico hijo de Dios, y de su esposa, mujer híbrida.
La primera
mujer, era una mujer con la justicia original y la inocencia original que no
tenía afectados sus dones naturales, preternaturales y sobrenaturales, mientras
que en Abel ya se había iniciado el germen de la corrupción por causa del
pecado de Adán.
Con el
pecado de Adán se inoculó el germen de la corrupción en toda la creación
material y fue algo que se extendió a otras galaxias, es decir, todo lo que es
material y por causa de Adán este germen de la corrupción también afectó a la
Eva humana de una manera parcial, del mismo modo que Jesús cuando se encarnó se
vio sometido a las consecuencias de esta corrupción sobre su propio cuerpo.
En la
humanidad solo tres seres sin contar a Jesucristo han nacido sin el pecado
original y sin el germen de la corrupción intrínseco en su propio ser: Adán, La
Eva humana y la Virgen María.
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