Con
respecto a todos los artículos que estamos realizando en esta página llamada “La Tercera Tierra”, hemos
visto la importancia del pueblo sumerio al convertirse en el heredero de la
cultura y civilización de los habitantes de la Primera Tierra, y ser el
principio y la primera piedra donde se sustenta nuestra actual civilización,
que podemos ser llamados los habitantes de la Segunda Tierra; de todos los
hallazgos arqueológicos que prueban la existencia de Sumeria y que rompe con
todos los parámetros de lo que cree la historia oficial, surgiría la pregunta:
¿quién instruyó a los sumerios para que desarrollaran toda esta cultura de un
momento a otro? Y para dar respuesta, debemos pensar en los habitantes de la
Primera Tierra, que vivieron antes del diluvio, y que tenían una cultura
supremamente desarrollada y una tecnología de punta que supera con creces a la
que actualmente han desarrollado los hombres de nuestro tiempo.
Los
habitantes de antes del diluvio o de la Primera Tierra, tuvieron su inicio,
cuando Dios decide actuar directamente en su creación y tomando una de las
especies de primates, que los hace evolucionar hasta un punto determinado,
dando inicio al hombre. El primer hombre aparece en la Tierra hace unos 24.000
años en el pasado (simbólicamente según John Henry), cuando se da la
desaparición de los primates Neandertales y todas las familias de homínidos
colaterales al hombre, haciendo claridad que corresponde a una fecha simbólica,
que debe corresponder con el número 9, número de la humanidad, según los libros
de John Henry Builes: Historia primitiva de la humanidad, el
Grito de guerra del Arcángel Miguel y sobre el libro santo del Apocalipsis (12.000
años de la Primera Tierra, 12.000 años de la Segunda Tierra y 12.000 años
posibles de la Tercera Tierra = 12000+12000+12000= 36000=3+6+0+0+0=9).
Dios toma
una especie de primates, muy evolucionada, que podemos llamar “homo sapiens
sapiens” y hace evolucionar una hembra que pueda servir de puente entre las
especies, que se conocen como primates
y que, en algunas pequeñas características, pareciera que precede del hombre, y
dentro de esta especie de homo sapiens sapiens, hace evolucionar una hembra,
que puede servir de instrumento directo, que permite la creación del hombre.
A esta
hembra de la raza de los homo sapiens sapiens, se le puede llamar una hembra
pre-humana, que evoluciona hasta llegar a contener una
carga genética que le permita albergar al hombre en su vientre; es decir, que
esta hembra pre-humana evoluciona hasta llegar a tener 47 cromosomas, un número
de cromosomas intermedio entre el mundo de los animales y el mundo de los
humanos. Sabemos por genética, que los animales llegan a tener hasta los 48
cromosomas y que los hombres y mujeres tenemos 23 pares de cromosomas y que
sumados se producen 46 cromosomas; 23 le corresponden al padre y 23 le
corresponden a la madre.
La hembra
pre-humana tiene 47 cromosomas y solo tiene dos posibilidades al ser fecundada.
Que la especie que engendre en su propio interior, sea una especie de animal y
más parecida a los primates que a los hombres, porque la naturaleza ha optado
por dar a la nueva especie que se genera una carga genética de 48 cromosomas o
que Dios intervenga para que la hembra al ser fecundada, forme una especie de
46 cromosomas y que la especie generada sea un hombre.
De lo
anterior podemos decir, que el eslabón perdido de la cadena, en la “evolución
del ser humano”, es la directa actuación de Dios, que utiliza a una bestia y a
un completo animal para crear al ser humano.
Debemos
tener en cuenta que la hembra pre-humana llega al nivel de evolución, querido
por Dios y cuando la hembra se encuentra preparada, Dios crea directamente e
instantáneamente y sin pasar por ningún proceso de evolución un óvulo humano y
lo deposita en el útero de la hembra pre-humana y luego hace lo mismo con el
espermatozoide; en un instante y sin pasar por ningún proceso evolutivo, crea
directamente de sus manos un espermatozoide y fecunda el óvulo que antes había
creado en el útero de la hembra pre-humana. De la anterior acción directa de
Dios, debe producirse un cigoto y un posterior embrión y un feto, hasta que, a
los nueve meses, la hembra pre-humana, da a luz una criatura que en el lenguaje
bíblico se va a conocer como Adán.
Adán nace
como un niño cualquiera, y en el parto, del primer niño de la humanidad, la
hembra pre-humana es ayudada, por otra hembra, menos evolucionada en cuanto a
la carga genética que ella, pero tan inteligente como los de la especie de Neandertal
o del hombre de Cromañón. Es bueno recordar que estas especies de homínidos, ya
tenían instrumentos que hacían de huesos o de la madera, conocían el fuego, se
refugiaban en cuevas y pulían herramientas en especies de cueros, que sostenían
con sus dientes y sus pies y en estas especies de cueros afilaban maderas y
huesos.
Adán fue
alimentado y protegido por la hembra pre-humana. Lo alimentó con leche de
canguro y con miel silvestre, y con otra clase de plantas silvestres. Es bueno
notar que Adán nació con los dones naturales, con los dones preternaturales y
los dones sobrenaturales a plenitud, pues como nos lo asegura el Texto Sagrado,
Adán fue creado desde el principio en un estado de perfección y jamás en un
estado de evolución. Cuando Adán alcanzó la edad de 15 años, podría tener
aproximadamente 2,5 metros de altura y su cuerpo era totalmente proporcionado y
bello, como el cuerpo de los hombres más bellos que pueda encontrarse en esta
Tierra; Adán también poseía una gran capacidad atlética y ningún hombre de la
actualidad podría igualarlo; lo mismo podemos decir de su capacidad para
realizar trabajos duros y pesados; sus sentidos se encontraban más
desarrollados y poseía una inteligencia que superaba con creces al hombre con
el coeficiente intelectual más alto de cualquier hombre sobre la Tierra;
además, Adán gozaba de los dones preternaturales, como el poder de dominar los
animales con la mente, comunicarse telepáticamente, trasportarse de un lugar a
otro en un instante, etcétera. También gozaba de la justicia original y de los
dones sobrenaturales que hacían que tuviera, a pesar de su materia, un contacto
cercano con Dios.
Cuando Adán
cumple 15 años, el Texto Sagrado de la Biblia nos dice, que fue sumergido en un
sueño y que Dios tomó una costilla para crear a la primera mujer. Podemos
decirlo de otro modo: Dios indujo en Adán un sueño y tomó uno de sus
espermatozoides que ya se producían naturalmente y de sus manos, en un instante
y de forma directa, crea un óvulo y los une en el útero de la hembra pre-humana
y se inicia la vida del primer zigoto y el posterior embrión y luego el feto
que culminaría en la primera mujer, que también tiene las mismas
características del primer hombre: sus dones naturales, los dones
preternaturales y dones sobrenaturales a plenitud. Podemos decir que cuando la
primera mujer alcanza los 15 años de edad, tendría aproximadamente una estatura
de 2.40 metros y era tan hermosa y su cuerpo tan proporcionado y perfecto, como
las más bellas mujeres de la Tierra.
Hasta el
momento todas las cosas iban muy bien, pero los problemas empezaron cuando Adán
decide unirse sexualmente a la hembra pre-humana y no espera a que la primera
mujer que ya se había formado en el vientre de la hembra pre-humana, creciera y
alcanzara por lo menos la edad de los 15 años. Cuando la primera mujer, que es
la mujer natural de Adán, tiene tan solo tres años, Adán se une sexualmente a
la hembra pre-humana y de esta unión nace Caín.
La
naturaleza se inclina hacia la generación del hombre impulsada por Dios y de
este modo, hemos dicho, que en cuestión de la carga genética la naturaleza
podía optar por dos posibilidades: generar una especie de 48 cromosomas,
produciendo un primate completamente y en pocas palabras un animal, o
inclinarse por 47 cromosomas y producir una especie que sea más hombre que
animal.
En el caso
de Caín, la naturaleza optó por los 47 cromosomas; pero Caín nació con
características de animales en todo el sentido de la palabra, no nació un
hombre con las características físicas de su padre. Caín adquirió
características físicas y genéticas de su padre, que era un hombre y
características físicas y genéticas de su madre que era un animal o una bestia;
en otras palabras, Adán aportó los 23 pares de cromosomas necesarios, para
crear la carga genética de Caín y la hembra pre-humana también aportó los 23
pares de cromosomas necesarios para dar la carga genética de Caín. En este
sentido podemos decir que Caín es un hombre, pero nace con características de
animales.
Caín nace
con el espíritu de Dios, que le comunica su padre Adán, pero nace con los
instintos bestiales de los animales. Caín ya no es hermoso, como su padre Adán;
tiene una menor estatura, que solo puede alcanzar la cintura de Adán; su cuerpo
es sumamente peludo; no nace con los dones preternaturales y tampoco con los
dones de la gracia y en los dones naturales, su padre lo superaba ampliamente;
tampoco puede controlar sus pasiones y nace con los impulsos bestiales y de los
animales en su propia sangre. Pero Caín tampoco es un animal completamente,
como su madre; puede hablar y comunicarse por medio de la palabra con su padre;
la carga genética que permitió la formación de la garganta, se asemejó más a su
padre Adán y por ello podía hablar mientras que su madre no lo podía hacer.
Recordemos que la madre de Caín era una hembra perteneciente a una especie
diferente de la del homo sapiens, por eso en estos escritos hemos decido llamar,
a la especie de la madre de Caín “homo sapiens sapiens”. En conclusión, podemos
decir, que Caín recibe naturalmente parte de la carga genética de su padre y
sobrenaturalmente, Dios crea un alma humana en Caín; pero también recibe la
carga genética de su madre, que le hace también parecerse a los animales. En
pocas palabras podemos decir, que, en
Caín, la especie humana se contaminó con los genes animales.
Adán se une
con su mujer, que podríamos llamar “la Eva humana”, cuando ya es una joven, y
de esta unión nace Abel, que es un hijo directo de Dios, que también nace con
los dones naturales, preternaturales y sobrenaturales a plenitud. Abel muere a
los 3 años porque Caín lo asesina. Cuando Adán contempla a su hijo asesinado se
rebela contra Dios y destierra a Caín y abandona por varios años a su esposa
natural, es decir a la Eva humana; pero pasado el tiempo, pide perdón por su
pecado y desobediencia y regresa y busca a su esposa y se une con ella, de cuya
unión nace Set.
De estos
dos hijos de Adán: de Set y de Caín, desciende toda la humanidad que
actualmente conocemos, inclusive aquellos, que muchos llaman “extraterrestres e
intraterrestres”. Set naturalmente, nace con los dones naturales,
preternaturales y los sobrenaturales afectados por el pecado cometido por su
padre Adán. En la Sagrada Escritura se van a conocer como “los
hijos de Dios”, a los descendientes de Set y “los
hijos de los hombres”, a los descendientes de Caín.
Dios había
prohibido a estos primeros habitantes de la Tierra unirse sexualmente para
procrear, entre padres e hijos; pero sí permitió en un principio la unión
sexual para procrear entre los hermanos. De lo anterior podemos decir, que
cundo Adán se arrepiente de su pecado después de haber jurado no engendrar más
hijos para Dios; pide perdón de su pecado, luego de varios años, busca
nuevamente a su mujer natural, que aquí la llamamos “la Eva humana”,
para no confundirla con la Eva bestia, a quien la Sagrada Escritura, llama “la madre
de todos los vivientes”. Ya hemos dicho, que la Sagrada
Escritura nos relata del nacimiento de Set, que nació por los mismos tiempos en
los que Abel era asesinado por Caín; años después y por decir algo, 10 años
después, Adán regresa a su esposa y engendra con ella varios hijos e hijas; de
los cuales la Sagrada Escritura no nos dice nada.
Set toma
por esposa a una de sus hermanas, es decir que han nacido de la unión de Adán y
la Eva humana, y también Caín toma a una de sus medias hermanas y la convierte
en su esposa.
Es así como
podemos concluir, que todos los descendientes de Set y de una de sus hermanas,
la Sagrada Escritura los va a llamar: “los hijos de Dios” y los descendientes de Caín
y de una de sus medias hermanas, la Sagrada Escritura los va a llamar: “los
hijos de los hombres”.
Es de
entender, que los hijos de Dios eran más fuertes y poderosos que los hijos de
los hombres y que la Sagrada Escritura nos dice que hubo hibridación entre
ambas especies de seres humanos. Nos dice el Texto Sagrado: “Los hijos de Dios vieron a las hijas de los
hombres y notaron que eran agradables y las tomaron por mujeres” (Gn 6,2).
De este modo se formaron tres troncos fundamentales en la raza humana: los primeros y seguramente los más poderosos de
todos, eran los hijos de Dios, los segundos y menos poderosos, eran los hijos
de los hombres y los terceros, eran los híbridos entre los unos y los otros.
Cabe
señalar que la apariencia física de los unos y de los otros, variaba notablemente.
Se podían encontrar hombres y mujeres que se asimilaban a los gigantes y también
podríamos encontrar hombres y mujeres que eran muy bajos en estatura, que se
asimilaban a los enanos. Los más fuertes terminan por esclavizar a los más
débiles, de modo, que se fueron conformando sociedades de unos y de otros. Los
hijos de Dios conformaron sus propias ciudades y los hijos de los hombres
hicieron lo mismo; también surgieron ciudades de mestizos, en otras palabras,
ciudades de una raza híbrida que había sido originada por las razas anteriores.
Cabe
señalar que las ciudades de los hijos de Dios progresaron notablemente y en
poco tiempo, porque los hijos de Dios tenían una inteligencia que
aceleradamente les permitió crear una cultura compleja y sistemas políticos
elaborados; lo mismo podríamos decir de la economía y la tecnología y en todos
los aspectos del desarrollo humano; llegaron a desarrollar la tecnología
nuclear, le microchip, el rayo láser; las naves espaciales, la electricidad y
muchas otras clases de inventos tecnológicos, que por el momento, nosotros no
alcanzamos a imaginar. Pero también se conformaron sociedades cerradas de hijos del hombre y algunas de estas
sociedades, parecían de la Edad Media, comparados con nuestra época actual.
Mientras que unos en algunas partes del planeta tenían tecnología de punta y
una tecnología que el mundo actual todavía no ha logrado igualar; otros tenían
vehículos de tracción animal; forjaban las espadas y los instrumentos tanto de
guerra como de trabajo en un yunque y con hornos de carbón.
Con el pasar
de los años los más fuertes fueron esclavizando a los más débiles, entendemos
que son más fuertes aquellos que tenían una sociedad avanzada tecnológicamente;
algunas sociedades de hijos de Dios
también conformaron sus sociedades cerradas y demostraban sus grados de superioridad
sobre los demás. El pasar de los años y cuando el tiempo ha sido demasiado
largo hace que algunas huellas del pasado se vayan borrando y en algunos
contextos históricos, podríamos decir, casi todas las huellas de la historia.
No se puede
olvidar que las generaciones que trascurrieron entre Set y Caín, hasta el
diluvio universal; se dieron en un transcurso de 12.000 años; y con el pasar de
los años, muchos acontecimientos se borraron de la memoria histórica de los
pueblos. El constatar que los hijos de
Dios tuvieran un carácter más divino que los hijos de los hombres, era una
realidad que ya se había generado en la Primera Tierra, antes del diluvio;
indudablemente las razas menos desarrolladas, notaban la superioridad de las
otras y de lo anterior surgía el pensamiento colectivo en estos pueblos: “estas razas que nos dominan o son hijos de
los dioses o tienen algún carácter divino”.
Es evidente
que en la Primera Tierra, los más superiores dominaban y en muchos momentos,
podríamos decir, que esclavizaban a los más débiles. Los más fuertes, los hijos
de Dios, fueron también perdiendo su carácter divino con las continuas
hibridaciones con los hijos de los hombres, y progresivamente ya en muchos de
ellos, ya no tenían rastros de dones sobrenaturales, los dones preternaturales,
se encontraban tremendamente afectados y los dones naturales también. En pocas
palabras los hijos de Dios habían perdido belleza y eficiencia y habían llegado
a un alto grado de corrupción; tanto habían perdido el espíritu divino que Dios
llegó a decirnos en el libro santo del Génesis: “No son más que pura carne”; y Platón nos relata de los antiguos
atlantes, que habían perdido lo más bello entre ellos y el espíritu divino.
Los
habitantes de la Primera Tierra comenzaron por sentirse "dioses" y se llenaron de
orgullo por todo lo que habían podido lograr, se enorgullecieron de sus
progresos, pero querían mucho más: querían más poder y una vida al margen del
verdadero Dios; una vida donde no existieran límites morales, una vida de
riquezas y abundancia, una vida donde la caridad para con Dios y los demás se
había enfriado definitivamente.
Siempre hay
un espíritu perverso que tienta al hombre a tomar caminos equivocados con la
tentación del paraíso y del Jardín del Edén: “Seréis como dioses”, “No moriréis”, “Conoceréis el bien y el mal” (Gn
3,4-5). Las tentaciones del hombre de la Primera Tierra y las tentaciones del
hombre de la Segunda Tierra. El hombre quiere más y siente que no lo puede
lograr por sus propias fuerzas y recurre a quien aparentemente ofrece ayudarlo,
pero a cambio de un gran precio. El demonio es como aquel negociante mentiroso,
que le dice a las personas: “yo te presto y te daré muchos beneficios con este
préstamo”, pero con engaños, al final deja a las personas sin nada. Los hombres
y mujeres de la Primera Tierra han sido engañados y los de la Segunda Tierra
también están siendo engañados y lo más terrible es que cae toda la humanidad
por un abismo profundo, y parece que muy pocos se dan cuenta de la tragedia.
Los
habitantes de la Segunda Tierra no han sido menos peores que los de la Primera Tierra.
Los habitantes de este planeta, que vivieron antes del diluvio, conocían la
clonación de los seres humanos y habían logrado crear ejércitos de gigantes de
más de cinco metros para la guerra; abortaban los niños, asesinaban las
personas, practicaban el homosexualismo, el satanismo y la brujería, (es solo
recordar que una de las hijas del rey Atlas, era bruja y se llamaba Calipso);
los habitantes de la Primera Tierra oprimían a los débiles y se hacían adorar
como dioses, algo parecido sucede en la actualidad; en conclusión podemos
decir, que los habitantes de antes del diluvio se encontraban tan corrompidos
como se encuentra la humanidad de la actualidad.
Lo más
curioso de todo es que los habitantes de la Primera Tierra o antes del diluvio,
presentían que podía presentarse un desastre, pero no tomaron las cosas con
demasiada seriedad. Un ejemplo de esto nos lo da Noé, quien trató de advertir
sobre el diluvio universal y las personas no le creyeron, sino hasta que llegó
el diluvio. En la antigüedad, como hoy, había muchas personas tan distraídas en
el confort y tan entretenidas con las cosas del mundo, que no hay tiempo para
pensar en nada trágico y lo que importa es seguir divirtiéndose y no hacer caso
a esos profetas apocalípticos o profetas de tragedias, que no dicen sino
tonterías.
Esta fue
una tragedia que no se podrá evitar y lo mismo que les pasó a los habitantes de
la Primera Tierra, nos pasará a los habitantes de la Segunda Tierra. Los
primeros fueron castigados con agua y los segundos serán castigados con fuego;
todas las profecías apuntan a lo mismo, empezando por las profecías, de los
antiguos sacerdotes de la ciudad de Heliópolis en Egipto.
Se produjo
el diluvio universal y como nos dice Platón, en una sola noche, toda la
Atlántida fue borrada del mapa. El diluvio universal, no sólo desapareció a la
antigua Atlántida, sino a otras civilizaciones similares y otras civilizaciones
que no habían alcanzado su nivel de desarrollo tecnológico y cultural.
La Sagrada
Escritura nos relata que Noé, ya había sido advertido del diluvio universal,
por lo que Dios le manda construir un arca con dimensiones precisas para
refugiarse, tanto él como su familia y algunas especies de animales; en el
poema babilónico del Gilgamesh, tenemos otro relato parecido que nos narra lo
mismo.
Antes de
llegar el diluvio, solo algunas personas diferentes a Noé, pudieron sobrevivir
a la gran conflagración mundial. Es de suponer que algunos pudieron escapar con
sus naves espaciales a algún lugar en el espacio exterior cercano a nuestro
Sistema Solar, y otros, con especies de submarinos o tecnología parecida
pudieron escapar y refugiarse en el centro de la Tierra.
De las
anteriores civilizaciones anti-diluvinas tenemos a Lemuria y la Atlántida, los
hiperbóreos, Agartha, etc. En las costas cercanas a Japón se han encontrado
construcciones debajo del agua, que corresponden a la antigua Lemuria y en el
océano Atlántico se encuentran los restos de lo que alguna vez fue la
civilización de los Atlantes.
Después del
diluvio algunas de estas antiguas civilizaciones prevalecieron agrupándose en
sociedades en el interior del planeta y otros prevalecieron en otros lugares
del Sistema Solar y fuera de él. En conclusión, no
se puede decir que existan otras razas de seres inteligentes diferentes a los
humanos que se hayan generado en algún planeta de la galaxia.
Lo que sí podemos decir, es que existen personas que son tomados por muchos
como los intra-terrestres y por extra-terrestres, como seres de otro planeta,
que no tienen nada que ver con nuestra historia. Todos
los seres inteligentes que existen hasta el momento, todos tenemos un pasado
común y un mismo origen y no se puede asegurar bajo ningún punto de vista, que
seres de otros planetas hayan tenido que ver con el origen del ser humano tal
como lo conocemos en la actualidad.
De todo lo
anterior podemos decir, que han surgido tres clases de civilizaciones: la
primera tiene que ver con los extraterrestres, que no son más que una especie
de seres humanos que luego del diluvio se establecieron en otros planetas; la
segunda civilización son otra especie de seres humanos que luego del diluvio o
antes se establecieron en el interior del planeta; y la tercera civilización,
somos las personas que actualmente habitamos la superficie del planeta y que todos
conocemos, porque es la nuestra.
Nuestra
civilización, los que habitamos la superficie del planeta, es descendiente de
Noé, a través de sus tres hijos: Cam, Jafet y Sem. De los tres hijos de Noé,
desciende la humanidad de la superficie del planeta tal como la conocemos. Las
tres razas principales de la humanidad, se desprenden cada una de los hijos de
Noé. Uno de los hijos de Noé generó la raza aria, otro hijo generó la raza
negra y el tercero generó la raza amarilla; el resto de las razas que existen en
la humanidad es una combinación de las anteriores. Tenemos que decir también
que la humanidad que actualmente habita la superficie del planeta, desciende,
de un hijo de Dios y de una mujer híbrida, es decir, Noé era un hijo de Dios
sin hibridación y la esposa de Noé es una mujer hibridada entre los hijos de
Dios y los hijos de los hombres. En pocas palabras podemos decir, que tanto el
linaje de Set y el de Caín siguen subsistiendo en la humanidad actual.
De los tres
grupos de la humanidad que tomaron caminos diferentes, los más prolíferos de
todos somos los que vivimos en la superficie de la Tierra y seremos los que más
influencia tendremos en el acontecer de la historia. La historia central se
desarrolla con los humanos de la superficie, es la Tierra media, entre algunos
que viven abajo y otros que viven arriba.
Las
anteriores son ideas tomadas del libro de John Henry Builes: “Historia primitiva de la humanidad”,
donde el autor presenta el origen del hombre de una manera nueva y explica
claramente quienes son los “hijos de
Dios” y los “hijos de los hombres”,
que aparecen en la Biblia cristiana y que fueron dos clases de razas de hombres,
que dieron origen a la humanidad antediluviana, de la cual nuestra humanidad
también es heredera.
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