Algunos
científicos y teorías sitúan el origen del hombre con una distancia de 25
millones de años con respecto a nuestra época. Investigaciones en el África
oriental han revelado homínidos con características humanas más notables de
aproximadamente hace 14 millones de años y que hace 11 millones de años aparece
el primer simio-hombre.
El
Australopithecus avanzado, según los investigadores y teóricos del origen de la
humanidad, vivió hace dos millones de años en África oriental y es al que más
características humanas se le pueden asignar, luego aparece el “homo-erectus” hace un millón de años y
900 mil años atrás aparece el primer hombre avanzado que puede ser denominado
el “Hombre Neanderthal”.
Según
estos mismos investigadores y teóricos del origen del hombre, hace 35.000 años,
aparece una nueva raza de homínidos en la Tierra que podemos denominar el “Homo sapiens” u hombre pensante, y al
mismo tiempo se da la desaparición del hombre Neanderthal. Este hombre pensante
también es conocido como el “Hombre de
Cromañón” que ha sido identificado como un hombre de las cavernas y se le
atribuye a este el arte rupestre dejado en las mismas; son concebidos como
seres que vagan libremente por la tierra, con refugios de piedra, que habían
alcanzado la elaboración de herramientas primitivas y que se vestían con
pieles.
Muchas
personas dan por ciertas estas teorías y formas de concebir la historia
primitiva y los orígenes de la humanidad. Desde este escrito no podemos
apartarnos de la idea, de que estos postulados no son más que teorías que no
han alcanzado un satisfactorio nivel probatorio y por lo tanto no son más que
teorías.
La
aparición del “Homo sapiens”, sigue
siendo un enigma, porque estos antecesores del hombre no tienen características
de las razas de homínidos antes mencionadas, sino que tiene características
propias y originales; esta clase de ser no tiene progenitores, ni parientes
colaterales fósiles, ni huellas o vestigios arqueológicos que nos puedan hablar
de su origen.
Las
teorías de Darwin no tienen ningún sustento y fundamentados en sus ideas, el
hombre no podría haber alcanzado el proceso evolutivo en el cual nos
encontramos y no hubiéramos todavía llegado al nivel evolutivo que necesitaríamos
para desarrollar la civilización que hoy tenemos y es posible que todavía nos
encontráramos como los hombres de las cavernas, de modo que toda aquella teoría
que se sustenta en Darwin, desfigura y desorienta el conocimiento del verdadero
origen de la humanidad; no hay ninguna razón para pensar que debiéramos estar
más evolucionados que algunas tribus primitivas del Ecuador en la selva
amazónica o de Nueva Guinea.
Las
teorías de la evolución son teorías que no pueden ser probadas científicamente
y muchas veces se basan en concepciones y cálculos herrados que les falta un
verdadero apoyo arqueológico y científico sustentable.
Si
nos detenemos a mirar la Biblia cristiana, el origen del hombre lo podemos situar en las
cordilleras del monte Zagros, donde se encuentra la actual frontera entre Irán
e Irak, siguiendo el Monte Ararat, hasta llegar a Siria, el Líbano e Israel,
territorios que conservan múltiples evidencias del hombre prehistórico.
En
estos lugares que los científicos han encontrado vestigios del hombre de las
cavernas, de un momento a otro aparecen vestigios de una sociedad avanzada, sin
poder explicar de dónde nace y cuáles son sus orígenes remotos; no se puede
corroborar con exactitud que existan fundamentos científicos, históricos o
arqueológicos que prueben directamente que el hombre desciende directamente de
los primates, más bien, hay pruebas que demuestran lo contrario.
No
se puede dudar de la evidencia cierta, de que algún tipo o algunos tipos de
homínidos, como hijos directos de la naturaleza, sobrevivieron recolectando
alimentos y crecían de forma salvaje y podían llegar a cazar animales a través
de la elaboración de instrumentos rudimentarios fabricados de hueso y piedra.
Los
investigadores Braidwood y B. Howe realizaron un estudio sobre genética de Irak
y Kurdistán, y llegaron a la conclusión con sus hallazgos genéticos y
arqueológicos, que la agricultura comenzó en Oriente Próximo, es decir, en los
territorios donde surgió la biblia cristiana.
Muchos
investigadores han llegado a la conclusión que, en los lugares bíblicos, se dio
la domesticación de las plantas por el hombre, haciendo referencia al trigo y
la cebada y otras plantas tal como las conocemos. Es evidente que del oriente
medio son originarios productos, tales como: el mijo, centeno, lino, las
fibras, aceite y otra gran variedad de pantas del campo que según los
científicos debieron ser domesticadas por el hombre.
Según
algunos investigadores de prestigio, muchas de estas plantas fueron
domesticadas por el hombre en Oriente Próximo, es decir, en los lugares de la Biblia
y desde allí, llegaron a Europa.
Algunos
se han atrevido a pensar, que es como si en Oriente Medio existiera una especie
de laboratorio botánico y genético, que de vez en cuando produjera una nueva
especie de planta domesticada, por una mano invisible.
Muchos
eruditos, también han llegado a la conclusión, que el cultivo de la vid, empezó
en las montañas del norte de Mesopotamia, Siria y Palestina y en el Antiguo Testamento
se nos dice que Noé plantó una viña, se embriagó con el vino, y que el Arca se
asentó sobre el monte Ararat. Podemos decir, que las manzanas, las peras, las
aceitunas, los higos, las almendras, las nueces y otras variedades de plantas
tuvieron su origen en Oriente Medio y luego pasaron a Europa.
La
ciencia nos dice que este proceso de domesticación empezó por las hierbas y los
cereales silvestres, hasta llegar a los cereales cultivados, para luego obtener
arbustos y árboles frutales; y este es el proceso que nos describe el libro Santo
del Génesis: “Produzca la tierra hierba
verde, cereales que por semillas produzcan semillas; árboles frutales que den
fruto según su especie, que contengan semilla en su interior” (Gn 1,11).
Después de
la domesticación de las plantas, el hombre antiguo debió pasar a la
domesticación de los animales. En este aspecto tenemos a F.E. Zeuner, quien
tiene una obra sobre la domesticación de animales en el mundo primitivo y nos
dice que el hombre no pudo pasar de la agricultura, al pastoreo o domesticación
de animales, si antes no se hubiera conformado en sociedades organizadas y más
o menos estructuradas.
Según este
autor, el primer animal que debió ser domesticado fue el perro, que en el
principio fue utilizado como comida; se han encontrados restos de perros que
corroboran esta afirmación y que corresponden a una edad de unos 9.500 años
a.C., en las regiones de Irán, Irak e Israel, y otra vez, los hallazgos nos
apuntan a las regiones bíblicas. Por estas épocas también fueron domesticados
las ovejas, las cabras, los cerdos, y posteriormente otras especies de ganado
con cuernos para obtener de ellas la lana, leche, pieles, carne, etcétera.
Llegar a
pensar que sociedades primitivas, que parecían más simios que hombres, fueran
capaces de domesticar plantas y animales, es una idea poco probable, que no
concuerda con la razón y el sentido común. Labores de tal envergadura
presuponían un elevado conocimiento cultural y sociedades desarrolladas; se
necesita personas inteligentes y hábiles para ser capaces de domesticar plantas
y animales; aun para el hombre de hoy con los conocimientos que posee, esta
puede ser una empresa muy difícil.
Estas
tareas solo pudieron realizarlas las sociedades anteriores al diluvio
universal, que podemos denominar como habitantes
de la Primera Tierra. Antes del
diluvio existían sociedades muy adelantadas tecnológica y culturalmente, más
adelantadas que las sociedades de nuestro mundo actual. Estas sociedades se
originaron desde Adán y la Eva humana y la Eva pre-humana, en un proceso de
miles de años hasta convertirse en sociedades con una tecnología donde se
conocían las energías de los cristales, la electricidad, las naves espaciales,
la clonación, las grandes ciudades, la medicina y toda clase de tecnología que
aun nosotros no podemos imaginar.
Las
sociedades de la Primera Tierra habían aprendido a domesticar los animales y
las plantas y tenían productos como el vino y muchos productos de terciopelo y
otras clases de telas. Existían sociedades adelantadas tecnológica y
culturalmente en esta Primera Tierra y dos pruebas de ello son los continentes
perdidos de la Atlántida que se encuentra en lo que hoy es el océano Atlántico
y la antigua Lemuria, terreno comprendido en lo que ahora es el actual Océano
Pacífico; pero así como estas dos civilizaciones, habían otras de
tecnología parecida, lo que ya hemos
analizado suficientemente en otros artículos; así como hoy existe la ciudad de
Londres y también hay tribus primitivas en la selva amazónica, lo mismo sucedía
con las sociedades de la Primera Tierra. Existían metrópolis con alta
tecnología, así como comunidades de paja y piedra.
Todas estas
sociedades desaparecieron con el diluvio universal que es narrado por la Biblia
Cristiana y por el poema babilónico o al final sumerio del Gilgamesh. Las
personas de la Primera Tierra pudieron desarrollar toda esta tecnología, porque
eran personas mucho más inteligentes que los habitantes del mundo actual, pues
poseían, desde que el hombre fue creado por Dios, los dones naturales a
plenitud, los dones preternaturales y algunos en parte los dones
sobrenaturales. Sólo con el pecado original, que consistió en una hibridación
del hombre con genes animales, contrariando la voluntad divina, estos dones se vieron
afectados ostensiblemente y el hombre paulatinamente fue perdiendo la bondad y
la belleza original con las que fue creado. El libro del Génesis es enfático en
decirnos que Dios
todo lo hizo bueno (Gn
1,31); de lo anterior podemos deducir que el hombre no fue creado con
enfermedades y limitaciones físicas, mucho menos suponer que fue creado en un
estado bestial, asimilándonos con los primeros primates.
La teoría
de Darwin, es verdaderamente ofensiva para Dios y para el mismo hombre. El
hombre no procede de los simios, ni de los monos, ni de ninguna clase de
primates. El hombre fue hecho en un cierto
estado de perfección desde el principio y los habitantes de la Primera Tierra
conservaban un estado de perfección mucho mayor al que tenemos los actuales
habitantes de la Tierra.
Estos hombres y mujeres de la Primera
Tierra entraron en una etapa profunda de decaimiento moral y produjeron una
degradación social en todas las estructuras fundamentales del ser humano, como
la política, la cultura, la economía y sobre todo la religión, tal como
acontece con el mundo actual. El texto bíblico nos dice que Dios decidió
castigar a esta generación, porque ya solo eran pura carne (Gn 6) y Platón al
respecto nos va a decir, que el espíritu divino había disminuido en estas
personas, por lo que habían caído en grandes desórdenes.
Esta es la causa
del diluvio universal y es la razón por la que toda una sociedad de hombres y
mujeres de altísima cultura y tecnología desapareció casi por completo.
El relato bíblico nos dice que de esta conflagración universal se salvó Noé, su
familia y algunas especies de animales y lo mismo nos dice el poema babilónico
del Gilgamesh, donde también existe un continuador de la humanidad.
Pero es lógico pensar que sociedades
con una avanzada tecnología, pudieran escapar por las profundidades de los
mares, con aparatos tecnológicos como los submarinos o con naves espaciales
huyendo a otras partes del Sistema Solar o fuera de él. Esto nos hace pensar en
tres posibilidades: la primera es la mencionada en los textos bíblicos y de la
que todos tenemos conocimiento del posterior desarrollo de los hechos. En la
superficie de la Tierra se extendió y multiplicó la sociedad que actualmente
conocemos y que desciende de los tres hijos de Noé: Cam, Jafet y Sem. La
segunda posibilidad es que algunas personas hayan huido de la conflagración
universal y hayan establecido sus refugios en el centro de la Tierra y a estas
personas se les pueda llamar los intra-terrestres y la
tercera posibilidad, es que algunas de estas personas hayan huido fuera del
planeta Tierra y hayan construido sus refugios en el Sistema Solar o fuera de
él.
Hoy existen
evidencias probadas que dan sustento a las tres teorías. Si le creemos a la
Sagrada Escritura, no es muy problemático creer que los habitantes de la
superficie del planeta, seamos descendientes de Noé. Hay muchos testimonios
creíbles que nos indican que existen seres en el interior del planeta y otros
testimonios con la misma fuerza también nos indican que existen seres en el
Sistema Solar o fuera de él.
Lo
importante es creer que todos descendemos de unos padres comunes y que tenemos
una misma raíz lingüística y genética,
y
que si tuviéramos la oportunidad de comparar en un laboratorio un famoso
extraterrestre o un intra-terrestre, nos daríamos cuenta de que nuestros
códigos genéticos serían similares, por no decir iguales. Podríamos ver que los
organismos biológicos que componen nuestros cuerpos, solo se han adaptado a los
medios y a las condiciones donde se vive. Podríamos ver que algunos habitantes
del interior de la Tierra, tendrían algunas variaciones en el color de la piel,
como de color verdoso o azulado. Podría ser, que algunos de los habitantes del
interior de la Tierra tuvieran un solo pulmón, aunque más grande, pudieran no
tener páncreas y los intestinos encontrarse desarrollados de forma diferente.
Podríamos ver seres humanos con orejas de elfo, adaptadas de acuerdo a las
frecuencias sonoras o podríamos ver rasgos particulares en los ojos. En fin,
solo tendríamos pequeñas mutaciones o variaciones morfológicas y sabríamos que
todos somos hombres y mujeres de carne y hueso, más parecidos entre nosotros
genéticamente, que los pretendidos simios o changos de Carlos Darwin.
En
conclusión, todo lo que esta expresado en este artículo, son las ideas que se
encuentran expresadas en el Libro “Historia primitiva de la humanidad” de John
Henry Builes, de modo tácito o expreso. Según John Henry, no es posible creer en otra clase de seres que tengan
tan perfectamente unidos el cuerpo y el espíritu, o el mundo material y
espiritual, como en los seres humanos; pensar en otra clase de seres, es
considerar la posibilidad de que son creaciones y engaños de demonios, como ya
se ha tratado de demostrar en otros artículos.
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